martes, 14 de junio de 2016

LA CIENCIA DE LA FIGURACIÓN 2 /2

Sé que sonreiréis cuando diga que sabemos que hay estudiantes que, cuando se les da este material, se entusiasman tanto que dicen a los que no están informados sobre sus esfuerzos de volverse más de Dios: ¿Sientes algo cuando estoy cerca?” Y por supuesto, esto arruinará todo el efecto de cualquier virtud que puedan haber desarrollado durante su estudio.
Llamar la atención sobre los propios logros produce una concentración de energía sobre la personalidad y que se aleja del alma, de lo que deriva la fuente del resplandor. Mientras que las cualidades divinas inherentes del alma son como sustancia radiactiva enclavada en el alma y compartiéndola, la nube resplandeciente es el propio altar alquímico del alma que hace posible la expansión del alma –como el universo en expansión—desde los fuegos de su propio sol central hacia el espacio.
Algunos preguntarán: ¿cómo podemos producir milagros que afecten a otros sin tomar la energía que le pertenece o sin privarlos de la oportunidad de generar sus propias transformaciones maravillosas? Esto parece ser de la opinión de que los fuegos de Dios tienen una tasa de decadencia y de que en algún momento, en algún lugar, estos fuegos se terminarán o se extinguirán.
Me apresto a asegurarnos que, aun cuando todos los soles del universo físico cayeran como cenizas ardientes en el sol central, y que el sol, central, por ley divina, se disolviera en su manifestación física, los fuegos del alma, que son de Dios, nunca se extinguirán. Son inmutables, infinitos, eternos. No tengáis, pues, miedo de que estéis gastando las energías de Dios o de que estéis tomando una energía que pudiera ser utilizada más provechosamente por otro.
Cuando se emitió el fiat “¡Cread!”, fue la señal del regalo de libertad que Dios hizo al hombre. Por consiguiente, el hombre debería ser libre de crear. Más aún, debería ser libre de crear sin juicio. Para proteger su libertad de los pensamientos intrusos de otros, las matrices de su mente deben hacerse receptivos y fortificarse con los pensamientos de Dios; también deben haber espacios durante el día en los que, aparte de crear la nube, el alquimista se sintonice con la mente de Dios y beba de la fragancia de Su ser.
La verdadera alquimia acerca al hombre a Dios y a su Cristo y le permite cumplir los antiguos fiats: “¡Hombre, conócete a ti mismo!””¡Cread!” y “¡Señoread!”. Los beneficios de la comunión del hombre con la vida toda a través de la ciencia sagrada pueden esparcirse por la Tierra entera, y de hecho así será. Estos beneficios son los que pueden –y lo harán—ejercer la presión de las técnicas superiores del cielo sobre el mundo que está abajo.
¿Acaso no habéis leído?: “No olvidéis dar hospitalidad a extraños, porque por ésta, algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”?
Que los hombres os den hospitalidad como si fuereis ángeles sin saberlo. No mancilléis vuestros resultados alquímicos al imponer la escoria de la personalidad con la fe gozosa de que Dios hará que se expanda y se expanda y se expanda el dominio de vuestro yo en luz y Amor ilimitados.
Uno de los puntos más importantes que debéis comprender en la ciencia de la alquimia intermedia es que, aunque estáis empezando vuestro entrenamiento, ésta no es la única oportunidad que tendréis de utilizar estas leyes. Porque podréis utilizarlas no sólo durante todos los días de esta vida sino que, en caso de no alcanzar la ascensión al finalizar esta encarnación, encontraréis que mientras viváis en esta Tierra, la ciencia de la alquimia divina os ayudará a transformarnos “de gloria en gloria, como el Espíritu del Señor”. Comprended que no hay nada que vaya en contra de Su ley en el uso correcto de la alquimia, porque la verdadera alquimia es la transformación de gloria por Su Espíritu.
Sé que algunos de los que están leyendo este curso tal vez no se hayan considerado religiosos al principio. Tal vez las acciones intencionales de los corruptos, los hermanos de la oscuridad, de arruinar los propósitos de la religión arruinando la vida de quienes profesan seguir una religión, hayan corroído vuestra aceptación de las leyes del Kósmos.
Pero creo que algunos han empezado ya a experimentar resultados profundos en su vida por la práctica de los rituales que os he dado. Y tengo la certeza de que, para aquellos para quienes no es así, empezarán a hacerlo a medida que su fe aumente y contrarresten todas sus negaciones con el sentido exhilarante de que podéis transformar vuestro mundo y de que podéis hacer vuestra vida lo que Dios quiere que sea y lo que vosotros, en lo profundo de vuestro ser, queréis que sea. Pues podéis tener éxito en todo lo que hacéis. Y ese éxito no necesita limitarse al lado Espiritual de la vida, sino que también puede incluir material.
El Señor ha dicho: “Buscad primero el reino de Dios y Su justicia, y estas cosas se os darán por añadidura”. Por consiguiente, no temáis pedir para que podáis recibir las cosas terrenas que necesitáis, tal como primero habéis buscado las celestiales.
Recordad la historia de nuestro Señor que, al ir a entrar en Jerusalén, pidió a dos de sus discípulos que fueran a una cierta aldea donde encontrarían “una mula atada, que nunca hombre montó”.
Los instruyó para que trajeran la “mula, y un pollino con ella”, y que dijeran a todos los que les preguntaran: “El Señor los ha menester”.
¿No queréis desarrollar este sentido de saber que lo que necesitáis Dios lo proporcionará? ¡Edificad, edificad, oh, hermanos de la Luz! ¡Edificad, hermanas de la Luz! Porque Dios os necesita. El reino os necesita.

Amorosamente, YO SOY

Saint Germain.

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